miércoles, 20 de febrero de 2008

Sentimientos al vacío IV: Cotidianidad...

Tímidamente el silencio se desvaneció entre los ecos de un menguado susurro: “te quiero”. Él la observaba impasible, sus manos habían dejado de seguir hacía algún tiempo los senderos que reposaban plácidamente en cada pliegue de su hermoso cuerpo, tal vez porque la conocía, porque esperaba inquieto que ocurriera algo parecido. Ella abrió lentamente los ojos, y con la terca ilusión del deseo intentó buscar en los suyos toda esa pasión que intuía debía encerrar tras el brillo intenso de sus pupilas. Él rozó cálidamente la tersa piel de su cara con la yema de los dedos, y con la voz tomada por el afecto le dijo turbado: “sabes mi vida que yo siento exactamente lo mismo”. Fue entonces cuando sus pérfidas miradas se entrelazaron, cuando sus humildes sentimientos anegados por la rutina se solaparon, cuando sus labios se encontraron para dar por fin sentido a un beso, y acabaron, sin saber cómo, fundidos entre la sinrazón que les podía otorgar el violento calor de un abrazo. Cada uno, refugiado ya en la fingida privacidad de aquel rincón que hace tiempo encontraron en su lecho, derramó de nuevo una única lágrima, gota del dolor frío de lo estrictamente cotidiano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y, los corazones, hallaron la paz...al menos de moemnto.

Un abrazo